Los abuelos de Juan quisieron darle lo mejor. Lo mandaron a estudiar violín porque decían que el violín era la encarnación de la música en el alma: a la semana, Juan había transformado al arco del violín en poste derecho, al cuerpo del instrumento en poste izquierdo y a las cuatro cuerdas en un entretejido que funcionaba como una buena red.