Hoy, con mucho, el arma más letal de destrucción masiva en el arsenal de Washington no reside en el Pentágono o en sus máquinas de matar tradicionales. De hecho, es un arma silenciosa: la capacidad de Washington para controlar el suministro global de dinero, de dólares.
Por más que Occidente quiera vender que China está en problemas, no es así. Lo que ocurre es que China ya no es el salvavidas para la propia incompetencia de los países industrializados que insisten en que el gigante asiático está en una debacle, y le han hecho llegar una única recomendación a través del FMI: privatizar el sistema financiero.